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lunes, 15 de abril de 2013

Creencias y Ritos de los Vacceos

Por ser la vaccea una etnia con un importante componente cultural de filiación céltica, las divinidades a las que rendirían culto serían las propias del panteón celta: Lug, Epona, las Matres, Esus, Cernunnos, los Tokoitei o Togoti, etc. Estos últimos son los únicos que, por cita de Appiano, nos constan en Cauca, aunque de manera elíptica. Si consideramos que eran los dioses garantes de los pactos y que el autor alejandrino refiere cómo los caucenses los invocaron ante el injustificado ataque de Lúculo del año 151 a. C., hay que pensar, con toda seguridad, que se refiere a estos dioses que aparecen en numerosas inscripciones de las áreas celtibérica y vettona.*
Una religión céltica de tendencia universalista, en la que predomina una idea globalizadora, no antropomorfizada, plasmada en Lug o Dis Pater, parece adecuada. En la mentalidad céltica la noche origina al día de la misma forma que el ser nace del no-ser. Así se entiende que los celtas contaran por noches, fijando el inicio del año en la noche del 1 de noviembre, festividad de Samain, en la que se producía el contacto con el más allá y cuyas reminiscencias en el Día de los Santos cristiano o en el Halloween anglosajón son evidentes. Perduraciones igualmente atestiguadas para otra de las grandes fiestas del calendario céltico: Lughnasadh o "asamblea de Lug", de marcado carácter agrario, celebrada en agosto como culminación de las cosechas, en la que este Dis Pater, dentro de la polivalencia que le caracteriza, muestra su poder de manera más positiva.
 Siendo como es el universo conceptual vacceo escasamente figurativo en sus representaciones, prevaleciendo los elementos geométricos de círculos concéntricos, rombos, ondas, etc., deben ser destacadas unas enigmáticas representaciones de animales en perspectiva cenital, algunas de las cuales cabe identificar con lobos. Probablemente estén aludiendo a algún tipo de cosmogonía o relativo mítico de origen del que hemos perdido las claves para su interpretación, considerando además que los vacceos fueron prácticamente ágrafos.
 Por lo que a las creencias en el Más Allá del pueblo vacceo respecta debemos hablar de un ritual funerario tripartito, con un tratamiento normativo -cremación del cadáver- aplicado a la generalidad de la población, y otros dos diferenciales -inhumación de neonatos bajo las suelos de las viviendas y exposición a los buitres para los guerreros muertos en combate-. En cualquier caso, los datos relativos al mundo funerario proceden del único cementerio conocido en toda la región vaccea: el de Las Ruedas, de Pintia, cuyo desarrollo cronológico abarca del siglo IV a.C. al final del I d.C.
La evidente creencia en la inmortalidad llevó a estas gentes a trasladar al ámbito de ultratumba aquellos elementos que durante la vida habían simbolizado su estatus, ya sea por sexo, edad o condición social, así como a incluir frecuentemente vituallas viáticas. Tal circunstancia confiere al registro funerario, pese a su carácter profundamente simbólico, una gran potencialidad para la reconstrucción social de estas poblaciones. De esta forma, la gran variabilidad existente en la composición de ajuares y ofrendas de acompañamiento presentes en las tumbas traduciría la complejidad de una sociedad claramente jerarquizada, dirigida por una minoritaria oligarquía guerrera y sustentada por una amplia base social.
 Los ajuares son fundamentalmente metálicos, pero las ofrendas viáticas eran introducidas en vasijas, las mismas que por su contenido demostraron que el primer vino de la Ribera del Duero no lo introdujeron los romanos, y las mismas que se destruyen con este tipo de intervenciones.
"Cuando excavamos, nos encontramos que por encima de 50 centímetros prácticamente ha desaparecido el cementerio. Acabamos pudiendo documentar sólo las tumbas que están a más profundidad", relata Carlos Sanz sobre la destrucción de enterraminentos, que –según las zonas– se encuentran entre 35 centímetros y dos metros por debajo de la superficie.
A falta de un Plan de Protección Especial, que el Ayuntamiento de Peñafiel ya prometió en el año 2001, la solución para el director de las excavaciones no es otra que la compra de los terrenos. A comienzos de los 90, la Junta de Castilla y León adquirió algo más de una hectárea de la necrópolis y el consistorio de la localidad posee otras dos en el poblado de Las Quintanas, pero la zona arqueológica de Pintia se extiende por 125 hectáreas. La declaración BIC, firme desde 1993 y con expediente incoado en 1987, no impide a los propietarios cultivar las tierras. Hasta 1984 las aradas fueron superficiales, pero con la llegada de la concentración parcelaria, la maquinaria llega mucho más hondo.
El ritual funerario vacceo fue tripartito. Puede distinguirse uno normativo, consistente en la cremación del cadáver en una pira funeraria, aplicando a la generalidad de los individuos, de otros diferenciales para los guerreros muertos en combate (exposición a los buitres, según testimonios de Claudio Eliano o de las cerámicas figurativas de Numancia) o para los individuos infantiles menores de un año (inhumación bajo las viviendas).
En cuanto al ritual normativo los cuerpos de los fallecidos, junto a su ajuar personal, eran sometidos a la acción del fuego en el ustrinum. Una vez culminado este proceso los restos de la combustión eran recogidos, incluidos a veces en una urna cineraria, y trasladados luego al cementerio. Allí eran depositados en hoyos abiertos en el suelo junto a otras ofrendas (alimentos y bebidas contenidos en recipientes de cerámica, herramientas, etc.), para luego ser cubiertos por lajas calizas y tierra.
Una parte importante de las tumbas fueron señalizadas al exterior por grandes losas (traídas de la cima del Cerro de Pajares) configurando un singular paisaje funerario. Lamentablemente los trabajos agrícolas desarrollados en este pago han motivado la extracción incontrolada de estelas (hasta un total de 400), conllevando la destrucción de las tumbas que señalizaban y privando a la investigación actual su precisa contextualización arqueológica.

El estudio de la necrópolis posibilita la reconstrucción de la organización sociopolítica de estas gentes, ya que las diferencias observadas en la constitución de ajuares y ofrendas presente en cada una de las tumbas simboliza los distintos papeles que por edad, sexo o condición jugó la persona en la sociedad. Así, los guerreros eran acompañados en la muerte por sus armas (espadas, puñal, caetra, etc.) a diferencia de, por ejemplo, los artesanos, las mujeres vinculadas a la estirpe familiar, los campesinos, etc.