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lunes, 22 de abril de 2013

EL LAPIS SPECULARIS

El lapis specularis o piedra especular se identifica con la variedad mineralógica del yeso conocida como yeso selenítico; éste se caracteriza por su aspecto hialino y por su gran tamaño cristalino, del que se pueden obtener láminas de exfoliación de grandes proporciones. En la comarca donde se localiza, es denominado y conocido como espejillo, espejuelo, reluz, piedra del lobo (ya que brilla al reflejo de la luna), espejo de asno, etc.
Su denominación proviene de su principal característica, la de poder dejar pasar la luz y poder ver a través de su masa, singularidad que compartió con otros materiales pétreos que se explotaron en época  romana y que fueron utilizados en el pasado por semejante peculiaridad.
En la antigüedad, los tratadistas clásicos realizaron la clasificación y la nomenclatura de los minerales en función de sus características, apoyándose tanto en las propiedades del uso y cualidades de talla de la piedra, como por el lugar geográfico de su ubicación, así como por su color, forma, semejanza con alguna cosa, o cualquier tipo de relación que identificara o aludiera al mineral en cuestión.
Esta catalogación permitía que una variación de color de un mismo mineral, por pequeño que fuera, determinara la existencia de otro con distinto nombre y, por el contrario, varios minerales con una característica semejante quedaban incluidos bajo una misma denominación. Sólo hasta el siglo XVIII, con la aparición del análisis químico y el desarrollo de la mineralogía científica, se descubrió que minerales con una forma externa similar podían ser distintos, y dos de apariencia física diferente podían compartir la misma composición química y cristalina.
Actualmente, se mantiene el empleo de nombres antiguos para mencionar a ciertos minerales, a pesar de que muchos de ellos no se corresponden con el mineral referido en la antigüedad, favoreciendo de este modo las confusiones y un cúmulo de errores.
El caso del lapis specularis no ha sido una excepción. Desde hace siglos, y hasta nuestros días, la identificación del espejillo ha pasado por variopintas interpretaciones, entre las que se encuentran la mica (atribución errónea de Adolf Schulten, que ha sido continuada por otros investigadores perpetuando semejante catalogación), y otras asignaciones igualmente confusas y desafortunadas como el mármol, el talco y el alabastro.
En la identificación de Segóbriga, el lapis specularis resultó ser determinante en la disputa que durante siglos mantuvieron diversos investigadores por ubicar el emplazamiento correcto de dicha ciudad. Así, unos y otros, en defensa de sus postulados, esgrimieron la presencia o no de la piedra especular, e incluso viajaron a los distintos sitios (Albarracín, Segorbe, Saelices), que se proponían como lugares posibles de la antigua Segóbriga, recorriendo y prospectando los campos para confirmar o desmentir los indicios mineros que identificaran de forma segura el emplazamiento de la ciudad.
En la actualidad, al igual que no existe duda razonable sobre la ubicación de Segóbriga en el cerro de Cabeza de Griego (Saelices, Cuenca), tampoco existe sobre la naturaleza del material que fue el principal elemento dinamizador de la economía de las tierras conquenses en época romana. Sus vías principales de comunicación y en especial la calzada que unía Segóbriga con Carthago-Nova, así como algunas de sus ciudades y la distribución de sus gentes, se articulaban en función del aprovechamiento de este material, que en su día logró alcanzar una importancia sólo comparable con las grandes explotaciones metalíferas de la época.
Una vez perdida su funcionalidad y uso, la explotación del yeso especular fue prácticamente abandonada, ya que a partir de época  celtibérica y romana sólo se ha aprovechado de forma residual, de  manera puntual y en ocasiones con finalidades diferentes.
La distribución del espejillo se haría con carretas tiradas por caballerías y, las más pesadas, por bueyes. El transporte rodado de carga se serviría de las calzadas como vías de comunicación para el comercio del lapis specularis, en especial la calzada hacia Carthago-Nova que, sería la ruta natural de salida y exportación del espejillo.
El final de las explotaciones de lapis specularis vino condicionado por el desarrollo de la industria del vidrio y su sustitución por éste. Al no haberse continuado la explotación nada más que de forma residual, el espejillo se sumió en el olvido, y su minería permaneció desconocida y ajena a la tradición histórica minera que otras zonas y otras explotaciones por sus continuas reactivaciones a lo largo del tiempo, han mantenido.
Extracción y procesado del mineral
Una vez conocidos los métodos de trabajo, la iluminación, y el instrumental minero, nos queda por conocer cómo se extraía el lapis specularis. La secuencia de extracción de las placas de espejillo comienza, como nos indicaba Plinio el Viejo, con el arranque de los bloques dentro de la mina, y si era factible se reducía el tamaño del bloque extraído mediante su corte con serrucho ya en el interior, para poder así sacar y transportar el menor volumen posible. Los bloques se porteaban por las galerías de trecho en trecho hasta los pozos, de donde se sacaban al exterior mediante tornos o por las rampas con el uso de caballerías.

En el exterior, el espejillo se acarreaba a las instalaciones de superficie que se situaban a boca de mina, donde los centros de procesamiento devastaban las placas y las seleccionaban por calidades y tamaños. Después de los retoques y de la selección, las placas de espejillo se cortaban con sierra en módulos comerciales, usando una serie de plantillas y punzones que dibujaban y perfilaban, con incisiones en el mismo espejillo, el formato y la superficie a cortar según el módulo requerido.
La forma más frecuente de los módulos es la rectangular o cuadrada. El formato cuadrado es fácil de apilar y embalar, lo que abarata sustancialmente los costes, aunque no se descarta el uso de módulos más complejos que requerirían complicados dibujos curvos, u otras formas geométricas como triángulos, círculos, rombos, etc. Los módulos de espejillo eran ideales para su aplicación  como acristalamiento a modo de vidrieras en ventanales o celosías a basé de vanos de cerámica o piedra, o en rejas metálicas y entramados de madera que hacían las veces de ventanas.
La piedra especular se puede cortar con sierra fácilmente. Se usaron distintos tipos de sierra. A juzgar por las huellas dejadas en los espejillos cortados, los grosores de los dientes de las sierras y serruchos son de varios tamaños, pero todas las piezas presentan un ángulo de corte 45 grados, por lo que es de suponer el apoyo de las placas en superficies planas, seguramente mesas o bancos de trabajo para poder cortarlas con mayor comodidad.
Una vez cortadas, las placas se hienden con cinceles y se separan en láminas, exfoliándose en planos naturales. La exfoliación permite que, de una pieza en bruto, se obtengan una serie de láminas idénticas del mismo patrón, siempre en función de la capacidad de grosor de la placa de espejillo. Esto es muy útil en parámetros constructivos, ya que con varias exfoliaciones se contaría con una serie de módulos iguales que son replicas de sí mismas, y agiliza el trabajo si se necesitase, por ejemplo, una serie de piezas idénticas para cubrir un vano subdividido en retículas moduladas que se pretendiera construir.
No sabemos todavía cómo se las ingeniarían para conseguir el "ancho predeterminado" a la hora de lajar las placas, es decir, cómo conseguían un ancho preciso por ejemplo, de láminas de dos centímetros, ya que la exfoliación tiende a lajar las placas por las direcciones de fracturas y de debilidad, y no por anchos homogéneos, dificultando enormemente obtener la medida deseada y establecida. Quizá el método sea semejante a la de los maestros de cantería, que van fijando pequeñas cuñas de madera a intervalos iguales, para que las piedras se partan con el mismo grosor y de manera uniforme en el lugar adecuado; este trabajo sería hecho por personal especializado.
Con los módulos de espejillo ya preparados, sólo restaba embalarlos y distribuirlos. El embalaje también se hacía en la instalación minera, posiblemente en cajas de madera rellenas de paja o en sacos de esparto precintados con plomo, a juzgar por el elevado número de ellos que hay en la zona de minas.



El lapis specularis o espejuelo es un yeso cristalizado que se presenta en la naturaleza en forma de grandes masas transparentes. Su estructura es laminar u hojosa, de manera que parece estar constituido por multitud de hojas o capas adheridas, siendo susceptible de ser exfoliado, es decir, separarlo siguiendo planos determinados, lo que permite obtener, fácilmente y de una sola placa, una serie de láminas diáfanas, de grosores variables y textura micácea.
Por su propiedad translúcida y sus características, se aplicó preferentemente en la edificación urbanística del nuevo Imperio en construcción, de manera que en Hispania, y más concretamente en una zona de la Tarraconense, un mineral particularmente abundante, de gran pureza, calidad y fácil de trabajar, se convirtió en el material constructivo conocido en su época como lapis specularis.