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lunes, 15 de abril de 2013

Helmantica

En el siglo III a. C., Aníbal, en su avance por Iberia, sitió y conquistó la antigua ciudad de Helmántica (Salamanca). La leyenda cuenta que los salmantinos rindieron la plaza sin oponer resistencia y salieron de la ciudad; pero las mujeres llevaban bajo sus vestidos las armas de los varones, con las que luego sitiaron a los cartagineses dentro de la ciudad.
Con la caída de los cartagineses ante los romanos se consolidó la ocupación romana y la ciudad comenzó a adquirir cierta importancia. Pronto se convierte en un enclave comercial básico debido a su situación privilegiada como vado sobre el río Tormes, que a su vez la convierte en el extremo final de una de las más importantes calzadas romanas de Hispania, la Vía de la Plata
Polibio (3, 13, 8-14)
“Los fugitivos de Helmántica, después de unirse a los exiliados de los olcades, pueblo dominado el verano anterior, instigaron a los carpetanos, y atacando a Aníbal a su regreso del territorio vacceo no lejos del río Tajo, desbarataron la marcha de su ejército entorpecido por el botín. Aníbal obvió el combate y después de acampar a la orilla del río, una vez que reinó la calma y el silencio en el lado enemigo, vadeó el río, levantó una empalizada de forma que los enemigos tuviesen sitio por donde cruzar y decidió atacarlos cuando estuvieran cruzando. Dio orden a la caballería de que atacasen a la columna entorpecida cuando la viesen metida en el agua; los elefantes, pues había cuarenta, los colocó en la orilla. Entre carpetanos y tropas auxiliares de olcades y vacceos sumaban cien mil, ejército invencible si la lucha se desarrollara en campo abierto. Por ello, intrépidos por naturaleza y confiando además en el número, creyendo que el enemigo había retrocedido por miedo, lanzando el grito de guerra se precipitaron al río de cualquier manera, sin mando alguno, por donde a cada uno le pillaba más cerca. También desde la otra orilla se lanzó al río un enorme contingente de jinetes, y en pleno cauce se produjo un choque absolutamente desigual, puesto que mientras el soldado de a pie, falto de estabilidad y poco confiado en el vado podía ser abatido incluso por un jinete desarmado que lanzase su caballo al azar, el soldado de caballo, con libertad de movimientos para sí y para sus armas, operaba de cerca y de lejos con un caballo estable incluso en medio de los remolinos. Una buena parte de los hispanos perecieron en el río; algunos, arrastrados en dirección al enemigo por la corriente, fueron aplastados por los elefantes. Los últimos, que encontraron más segura la vuelta a la orilla, después de andar de acá para allá se reagruparon, y Aníbal, antes de que se recobrasen sus ánimos de tan tremendo susto, metiéndose en el río con su guardia en formación en cuadro los obligó a huir de la orilla, y después de arrasar el territorio en pocos días recibió oficialmente la sumisión de los carpetanos."
Tras la victoria, Aníbal negoció con las élites locales una suerte de statu quo rentable a sus proyectos futuros: un compromiso de no agresión púnica a cambio de fidelidad y provisión económica por parte de vacceos, carpetanos y olcades. El cartaginés garantizó esas cláusulas con medidas de presión tan hábiles como la toma de rehenes y el bloqueo de suministros, amenazando con la agresión militar. Podemos decir que a partir de 217 A.C., los pueblos mesetarios prestan ayuda a Cartago a cambio de mantener su independencia relativa. Declarada la II Guerra Púnica entre Roma y Cartago, Aníbal reclutó multitud de cuerpos auxiliares entre carpetanos, lusitanos y otros pueblos celtíberos.