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miércoles, 17 de abril de 2013

LOS AREVACOS

Llamamos así aun pueblo de la antigua Celtiberia, que según muchos historiadores provenía de los bellovacos de la Galia  con todos sus parientes, es decir, que tenían un tronco común con los vacceos , belos y titos, que también vinieron a la celtiberia en la segunda oleada que se produjo de razas o pueblos indoeuropeos procedentes de Centro Europa sobre el siglo VI a .C.  
Estaban situados entre el valle del Duero y el Sistema Ibérico, limitando al oeste con los vacceos, que eran congéneres pero también eran sus enemigos. Al norte limitaban con los pelendones también de estirpe celta o indoeuropea.
Es difícil el ponerse de acuerdo  sobre que ciudades ocupaban porque  las fuentes históricas nos citan que cada población pertenece a unos habitantes diferentes.
 Lo que suponemos es que  las ciudades pertenecían a las dos o 3 etnias que nos citan los autores clásicos, porque unas ciudades eran invadidas por tribus de otra etnia, donde es posible que conviviesen todos juntos,  y si no invadían las poblaciones, por lo menos hacían acuerdos  o cambio de gente entre ellas.
De los pueblos en que están divididos los celtíberos el más poderoso es el de los arévacos, que habitan la región oriental y meridional, y son limítrofes de los carpetanos y vecinos de las fuentes del Tajo.
 Según Plinio:
"A los arévacos les dio el nombre el río Areva. De ellos son seis poblaciones, Secontia y Úxama, nombres que se emplean también en otros lugares, y además Segovia y Nova Augusta, Termes y la propia Clunia, confín de la Celtiberia".
En esa época tanto los belos como arévacos, eran pueblos poderosos y en expansión, ya que estaban reforzando y anexionando a otras ciudades y tribus vecinas. Pero en cuanto Roma envió legiones contra Segeda, lo belos la abandonaron y se refugiaron junto con los arévacos, quienes se hallaban más lejano y desconocido para los romanos y en un terreno más favorable para entablar combate y con ciudades de más difícil acceso como Numancia.

En aquella época, los pueblos luchaban continuamente contra su vecinos y ante la presencia de Roma, los demás pueblos arévacos abandonaron a su suerte a Numancia, teniendo que recurrir a vacceos y cántabros. Por este motivo se puede dudar que sin la aparición de Roma, los arévacos se hubieran convertido en uno de los grandes pueblos de la antigüedad.
La más famosa de sus ciudades es Numancia, cuyo valor se demostró en la guerra de veinte años que sostuvieron los celtíberos contra los romanos; luego de haber destruido varios ejércitos con sus jefes, los numantinos, encerrados tras sus murallas, terminaron por dejarse morir de hambre a excepción de los pocos que rindieron la plaza.
 Aunque  no está muy claro si Numancia era una ciudad que pertenecía al pueblo de los pelendones o de los arévacos. En este sentido, Plinio el Viejo afirma que es una ciudad pelendona, aunque otros autores, como Estrabón y Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. Las principales conjeturas respecto a esta cuestión radican en el origen histórico de la llegada de ambos pueblos al actual suelo español. Los arévacos vinieron a la península posteriormente a los pelendones y los desplazaron hasta el norte de Soria, no quedando claro cuál de ambos fue el auténtico precursor de la ciudad de Numancia.
Los arévacos construían sus poblados sobre cerros para organizar una fácil defensa, rodeados de uno, dos y hasta tres recintos amurallados. Se sabe con certeza que habitaron en los lugares de Osma (Uxama o Argaela, según el autor griego Ptolomeo) y Sepúlveda.
Basándonos en las fuentes clásicas, la relación entre los pueblos vacceo y arévaco debía ser bastante estrecha, no sólo por su comercio, sino también por la estrategia romana de atacar primeramente las ciudades vacceas, con el fin de minar y cortar el suministro al potente pueblo arévaco. En varias ocasiones con la presión y el ataque romano a las ciudades de estos pueblos celta y celtibero, unos y otros se apoyan mutuamente frente al invasor.
Muchos autores piensan que de no haber aparecido Roma, el pueblo arévaco o quizás el vacceo se habrían hecho con el poder de todos los pueblos celtas y celtiberos; aunque hay un dato que se olvida y es que en occidente existían otro potentísimo pueblos, los lusitanos, con una capacidad bélica y demográfica muy importante.

Los arévacos Se dedicaban a la agricultura y pertenecían a la más poderosa de todas las tribus celtíberas, extendiéndose sus poblados por casi toda la franja sur del Duero  mesetario. Sus núcleos eran independientes entre ellos, cuantas eran las diferentes comarcas en que la misma estructura geográfica les dividía. Eran pueblos todavía groseros y rústicos, regidos por distintos régulos o caudillos, sin unidad entre sí y casi sin comunicaciones.  llevaban un nombre que era claramente celta.
Uno de los rasgos más destacados de la organización socioeconómica de los vacceos era la existencia de una importante actividad agrícola cerealista (donde se cultivó fundamentalmente el trigo y la cebada), basada en un régimen de propiedad colectiva. Su producción era de tal magnitud, que numantinos y arévacos dependían de los vacceos para aprovisionarse del cereal.
En cuanto a sus costumbres podemos citar las siguientes:
Adoraban al dios Lug, divinidad de origen celta, al cual festejaban en las noches de plenilunios, bailando en familia a las puertas de sus casas. También rendían culto a sus muertos y a un tal "Elman", o "Endovéllico", según atestiguan algunas inscripciones. Tenían por costumbre dejar sus iconos, o imágenes de los dioses, en cuevas situadas en abruptos peñascales –a veces se trataba de las mismas grutas donde descansaban sus antepasados–, y solían acudir a ellas en grupo, en días señalados para la ocasión. En estos lugares veneraban a sus divinidades y les solicitaban favores, dejándoles sus exvotos.
Su traje se componía de una ropilla negra u oscura, hecha de lana de sus ganados, a la que estaba unida una capucha o capuchón con la cual se cubrían la cabeza cuando no llevaban el casquete que estaba adornado con plumas o garzotas. Al cuello solían rodearse un collar. Una especie de pantalón ajustado completaba su sencillo uniforme.
En las guerras usaban espadas de dos filos, venablos y lanzas con botes de hierro, que endurecían dejándolos enmohecer en la tierra. Gastaban también un puñal rayado, y se alaba su habilidad en el arte de forjar las armas. Se presentaban a batalla en campo raso: interpolaban la infantería con la caballería, la cual en los terrenos ásperos y escabrosos echaba pie a tierra y se batía con la misma ventaja que la tropa ligera de infantería. El cuneas, u orden de batalla triangular de los arévacos, se hizo famoso entre los celtíberos y temible entre los guerreros de la antigüedad.
Las mujeres se empleaban también en ejercicios varoniles y ayudaban a los hombres en la guerra. Se veían obligados, para pelear, a dejar guardados sus cereales en silos o graneros subterráneos donde se conservaban bien los granos durante largo tiempo.