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sábado, 13 de abril de 2013

--- Pelendenga

Canicosa de la Sierra es un municipio y localidad situado al sureste de la provincia de Burgos. Se encuentra en la comarca de la Sierra de la Demanda y las referencias sociales, culturales o territoriales conocidas nos remontan al asentamiento de la tribu céltica o celtibérica de los Pelendones, hacia el s. VIII A. C. y era conocida por los historiadores clásicos como Pelendenga .
 Los Pelendones  fueron contemporáneos, adictos, aliados y leales a los arévacos de Numancia en sus guerras contra los romanos.
   El territorio donde hoy se sitúa esta comarca formaba parte de los Pelendones hasta la llegada de los romanos.
Procedentes, al parecer de la región belga, los pelendones, adoradores del dios Belenos (Belendi-belendones), llegaron, supuestamente, en la primera oleada de pobladores celtas. Eran eminentemente ganaderos y metalúrgicos, versados en las artes guerreras y bien armados.
Hay quien, como   Juan Luis García Alonso, filólogo de la Universidad de Salamanca, a través de la lingüística, sospechan que su origen étnico podría ser precéltico, pero sería en esta época donde se distinguen hoy sus características.
 Es la cultura de los Castros, en concreto, la Cultura de los Castros Sorianos, llamada así por la abundancia de estos asentamientos de similares características en esta provincia, tan cercana a la sierra burgalesa.
  Los pelendones dejaron constancia en el castro de Canicosa, apenas perceptible aún. 

Los  castros son poblamientos amurallados en parte, ya que se ubicaban junto a defensas naturales, localizados en altos de buena visibilidad y a una altura entre los 1100 y 1400 metros. Eran lugares con acceso al agua y desde donde se podía controlar el pasto de los ganados, y las posibles acometidas de invasores. Dentro del recinto se edificaban casas rectangulares, al modelo celtibérico.
 En el Castro de Canicosa se adivina la defensa natural hacia el norte y noreste. Inaccesible; y derruida por el tiempo -u otras razones-, en cúmulos de piedra menuda, se puede reconocer la muralla artificial que completaba el cerco. La visibilidad desde allí es impresionante. Si uno imagina el monte cubierto de robles más que de elevadísimos pinos, puede hacerse una idea de  la situación privilegiada del enclave. Al sur los pastizales.

  Cerca de este lugar se adivina, igualmente, un campo de tumbas. Losas gruesas y planas, algunas removidas por los arados, que parecen señalar confusamente una necrópolis. Todo ello pidiendo a gritos un estudio profundo y pormenorizado para desenterrar el conocimiento sobre nuestros antepasados.
.Estos pueblos seminómadas aprovechaban .la gran riqueza forestal que había en   la sierra y sus alrededores, es decir, talaban árboles para hacer fuego y cabañas, comían plantas medicinales, bellotas, piñones, además de la agricultura  que ellos practicaban y la ganadería que poseían  se dedicaban a la pesca en los ríos adyacentes.
  Las fuentes clásicas nos dicen que ellos no tenían aceite, si no que guisaban con manteca de cerdo
   Con la paz romana, los pueblos que habitaban las montañas descendieron a los valles. En el caso de Canicosa, debió de instaurarse un nuevo asentamiento en el valle debajo de Las Muelas.
   Como referencia más significativa, una estela situada en la antigua entrada a la iglesia, de procedencia desconocida, y que representa un guerrero.
Para los vecinos de Canicosa, hablar de la Pelendenga resulta algo familiar, un topónimo que ha sobrevivido generaciones y generaciones y ha marcado un hito en el barrio San Roque, que se acuesta a su vera.
 La Pelendenga tradicional a la que nos deja la nueva urbanización seguirá siendo un exponente histórico-geográfico-urbano en Canicosa.
  Es verosímil que dicho topónimo guarde relación con los Pelendones, una tribu celtibérica que los historiadores ubican en la cuenca del Duero lo mismo que a otras tribus: Arévacos, Vacceos, etc. Todos ellos son pueblos anteriores a Roma y anteriores al Cristianismo.
  En Canicosa, por ejemplo, no hay restos porque no se han verificado excavaciones, a menos de que las máquinas que ahora mueven las tierras de la Pelendenga nos sorprendan con un hallazgo.
  Pero, si no hay restos, nadie puede olvidar el topónimo de la Pelendenga de clara etimología pelendona, y que ha sido así llamada a lo largo de toda la historia de Canicosa.
   Es posible que Pelendenga o Canicosa haya sido la capital o ciudad grande de la tribu de los Pelendones.
  Las extremas condiciones del clima y del terreno hacían que esas gentes se tuvieran que alimentar de bellotas y de la leche de sus cabras y de sus vacas.
  La Arqueología esta buscando restos de estas tribus celtibéricas que aprovechaban los recursos de la zona en forma de pesca, caza o recursos vegetales; y terminados todos ellos, emigrarían pero seguramente dejando alguna muestra de su estancia, algún resto que hoy podría explicar su presencia, ya que estas tribus eran seminómadas y hacían uso de todo aquello que el terreno les podía proporcionar.
Sólo la excavación podría aseverar que en las proximidades de Santa Lucía existe un lugar destinado al reposo de los muertos. Pero, lo que a simple vista llama la atención es que la forma de las losas seleccionadas pueden darnos la idea de una "tapa" de tumba antropomórfica, lo que chocaría con la costumbre céltica de la incineración, y nos llevaría a pensar en otro tipo de asentamiento incluso anterior.
Por otra parte, dentro del complejo del castro, existe una alineación de grandes losas rectas que por su ubicación no se pueden confundir con las típicas "piedras hincadas" de carácter defensivo de los castros, si no que más bien parecen los restos de un monumento megalítico, o una tumba de galería más típica de la Cultura del Argar, anterior a lo céltico.
 Para completar el rompecabezas, hay que destacar en la falda de la montaña, y bastante ignorados entre el paisaje vegetal, ciertos túmulos de piedra menuda que dan que pensar:  en un entorno donde las rocas sorprenden por su grandiosidad, donde los agricultores no han tenido que apartar las piedras de sus sembrados para recogerlas en un lugar determinado, la presencia de estos amontonamientos es, cuando menos, misteriosa.
 Los pelendones, al igual que sus hermanos los arévacos, y a diferencia de otras tribus que hoy se las dan de inaccesibles a los imperios, defendieron hasta su aplastamiento la independencia, lo que les costó un duro castigo romano, después, a nivel de ciudadanía. Con la paz romana, los pueblos que habitaban las montañas, descendieron a los valles. Algunos por haberse liberado de temores y enemistades, y otros, por la fuerza. Se desconoce este dato de Canicosa, pero una nueva vida se asentó en el pequeño valle debajo de Las Muelas.
La caída de Numancia significaba la derrota final de los pueblos celtíberos y la resistencia de arévacos y pelendones humillada sin remisión. Consta que los guerreros de estas tribus diseminadas por la región habían sido llamados en defensa de la ciudad, que se rendía después de un asedio de veinte años ante Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto de Escipión el Africano, en verano del año 133 adC. Hasta el primer siglo después de Cristo sus principales ciudades, Visontium (Vinuesa, pelendona), Tiermes o Clunia, no comenzaron a recibir de los romanos el trato de municipium, siendo hasta entonces ciudades peregrinas, sin capacidad de autoadministrarse y considerados sus ciudadanos peregrinos, o ciudadanos "de segunda". "La paz romana", sin duda trajo consigo la romanización de este territorio en cuanto a las formas y el derecho romano.  Esta región fue insertada en la Hispania Citerior  y, con la posterior subdivisión provincial, perteneció a  la Tarraconense.
 Como hemos dicho anteriormente, Pelendanga o Canicosa debería ser la capital delos Pelendones, o quizá, la fortaleza más grande de ellos,pero si no se le atribuyó el título de municipium es porque sus habitantes eran muy guerreros y estaban siempre contra el gobiernos de roma sin aliarse a él.
El origen del nombre es desconocido y no hay ningún documento que lo aclare, por lo que se han suscitado diversas teorías. La más conocida hace referencia a la etimología latina de Canne-cosa, un "lugar de cañas", y que sirvió de fundamento para la adopción del escudo heráldico de la villa, con un cuartel en el que aparecen unos juncos. El origen señalado como más probable, remite a la raíz latina canna, que significa cañada, en ambas de las dos acepciones definidas en el DRAE:
1.    Espacio de la tierra entre dos alturas poco distantes entre sí.
2.    Vía para los ganados trashumantes, que debía tener noventa varas de ancho
Canicosa es el lugar de una continua cañada o pasos entre montes, paso de ganado o un lugar de cañadas.. Igualmente, en tierras del sur, a los habitantes de las poblaciones cuyo topónimo es "Cañadas" se les conoce por el gentilicio canicosos, el mismo gentilicio que se usa para los habitantes de Canicosa.  
Otros aventuran unos orígenes basados en la partícula Kan-, del antiguo idioma céltico. Hay quien lo identifica con la palabra sol y quien lo identifica con lugar en la altura. Para unos, Kan-tabria, o los montes de O-Kan (Oca, Burgos) serían del mismo origen que Kan-Nikos (lugar o altura de Nikos). Hay también quien lo considera precéltico y lo adivina entre la convergencia íbero-vascona. Su origen provendría de Gan (gain, altura) y Gosa (paso), paso en la altura. Hay que tener en cuenta que no sería extraño un sonido celtíbero o vascón, frecuentes en la zona, como el vocablo Urbión (reconocido en el euskera: "dos vertientes de agua"). Hay otras teorías como el origen del vocablo cuni-colosa (lugar de conejos), Canus-cosa (canas o nieves abundantes) o Canis-cosa (lugar de perros).