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martes, 9 de abril de 2013

FUENTES CLASICAS SOBRE EL LAPIS SPECULARIS

Una de las claves principales que han contribuido al desconocimiento y a la confusión sobre la naturaleza del espejillo, es la que radica en la traducción de las fuentes historiográficas de época clásica. Aún hoy, muchas de las traducciones al castellano de textos latinos donde figuran referencias al lapis specularis han sido resueltas con el socorrido recurso de "vidrio" o "cristal", anulando lo revelador del dato y condenando al lapis specularis al ostracismo.
En verdad, son abundantes las alusiones que del lapis specularis hicieron los autores clásicos, si bien conviene acudir y revisar las ediciones originales de obras antiguas para comprobar que textos actuales del tipo: "los cristales de la ventana", en verdad aluden y deben traducirse en la mayoría de las ocasiones como "el lapis specularis de la ventana", con lo que el cambio de matiz supone.
Así y todo, autores clásicos de la talla de Estrabón, Plinio el Joven y Plinio el Viejo, Juvenal, Séneca, Marcial, Ulpiano, Petronio, San Isidoro y otros muchos autores coetáneos y posteriores a la explotación del lapis specularis, hacen referencia y nos dan noticias sobre las diversas utilidades del espejillo en la vida cotidiana.
El autor más prolífico en cuanto a noticias e información sobre el espejillo es, sin duda, el naturalista Plinio el Viejo (Cayo Plinio Segundo), que en tiempos del emperador Vespasiano, viajó a Hispania desempeñando una procuraduría en el año 73 o 74 d. C. Conocedor sin duda de las explotaciones mineras por experiencia propia, las alusiones al lapis specularis son frecuentes en su magna obra de Historia Natural, en especial en sus libros XXXVI y XXXVII dedicados temáticamente a la mineralogía.
Alguno de los textos en los que Plinio  y otros autores mencionan al lapis specularis, así como la interpretación y el comentario que se desprende de los mismos, se analizan a continuación:
N. H. Libro III-30: «Hispania es profusa en metales de plomo, hierro, cobre, plata y oro, la Citerior posee lapis specularis, la Bética cinabrio». En esta cita en la que Plinio describe la abundante riqueza metalífera de Hispania, es importante la mención del lapis specularis junto con el cinabrio, entre los recursos mineros principales de Hispania, así como la asignación a la provincia Citerior de la explotación de espejillo
N. H. Libro XXXIII-79: «Hay también otro orden de hacer oro de oropimente, que se cava en Siria para los pintores en lo alto de la tierra, de color de oro, pero fácil de quebrar como piedras especulares». El dato que aporta este fragmento del libro XXXIII, es significativo en cuanto a una de las características del lapis specularis, ya que hace mención a la fragilidad de su tratamiento, que no, como veremos más adelante, a su resistencia y dificultad de explotación.
N. H. Libro XXXVI-160: «Efectivamente, estas piedras se pueden cortar, en cambio, la especular, a la que también se califica como piedra, tiene unas características que permiten cortarla con mayor facilidad en láminas todo lo finas que se quiera. Antiguamente sólo se encontraba en la Hispania Citerior, y no en toda ella, sino exclusivamente en un área de cien mil pasos alrededor de la ciudad de Segóbriga. Hoy día se encuentra también en Chipre, en Capadocia y en Sicilia; recientemente se ha descubierto en Africa. No obstante, todas estas variedades son inferiores a las de Hispania. Las piedras especulares de Capadocia son muy grandes, pero oscuras». Del texto pliniano se deduce claramente la idoneidad que como material de construcción posee el lapis specularis gracias a unas propiedades intrínsecas que facilitan su manipulación mediante corte con sierra y una capacidad de exfoliación que permite obtener una serie de láminas de yeso de igual forma con una sola pieza.
El resto de texto es de gran importancia al situar y delimitar perfectamente la extensión del conjunto minero. Buen observador y recopilador de datos, Plinio describe con exactitud la localización de las minas de lapis specularis, adscribiéndolas a un área de cien mil pasos alrededor de la ciudad de Segóbriga.
Tenemos que matizar, que el paso romano, la medida de longitud referida por Plinio, ha sido objeto de numerosos estudios de aproximación, tanto a partir de reglas graduadas encontradas, como de comprobaciones metrológicas efectuadas en monumentos antiguos.
Igualmente, sabemos que el arquetipo del pie romano estaba depositado en el templo de Juno Moneta en Roma, como patrón de uso oficial, al igual que nuestro metro patrón actual se halla en el Museo de Pesas y Medidas en París.
Así, se considera que el passus equivalía a unos cinco pies romanos, tal como se generalizó en época imperial, y que se correspondería a 1,478 metros actuales, de ahí que la distancia estimada por Plinio sería de 147,800 Km. Si tomamos esta distancia como diámetro de un círculo con centro en la ciudad de Segóbriga, nos daría un radio de 73,900 Km, medidas muy aproximadas a las reales, ya que el más alejado de los complejos mineros, el del término municipal de la Frontera (Cuenca), está a unos 76 Km en línea recta hacia el noreste de Segóbriga.
La considerable extensión del conjunto minero ha sido confirmada con los datos arqueológicos que las prospecciones han aportado, aunque posiblemente Plinio al referirse al área que ocupan las explotaciones mineras, nombre a Segóbriga como lugar central y  referencia geográfica de la zona de la Citerior donde se extrae la piedra especular y no como la asignación de este amplio espacio minero al territorium de la ciudad de Segóbriga, ya que de ser así, Segóbriga englobaría ciudades de igual rango, como la vecina Ercavica, que cuenta y sin duda controla (al menos espacialmente), importantes complejos mineros de lapis specularis en la Alcarria.
Por último, otro dato importante del texto comentado, es la distinción de la explotación del lapis specularis de Hispania como la principal zona de producción del Imperio, la primera en ponerse en explotación y la de mayor calidad frente a otras zonas productoras.
N. H. Libro XXXVI-161: «En la comarca de Bolonia, en Italia, se encuentran en forma de pequeños cordones adheridos a rocas de sílice, y ambas piedras parecen muy similares. En Hispania la piedra especular se extrae de pozos muy hondos; también se la encuentra en el interior de otra roca, bajo tierra, de donde se extrae el bloque entero o se corta; lo más habitual, sin embargo, es encontrarla fósil y en forma de bloques sueltos y toscos, y nunca hasta ahora de tamaño superior a cinco pies de largo. Es evidente que, al igual que pasa con el cristal, este humor se congela en virtud de alguna exhalación de la tierra y se petrifica; porque, cuando los animales salvajes caen en estos pozos, al cabo de un solo invierno la médula de sus huesos adquiere esta misma naturaleza pétrea».
Al referirse a la explotación de espejillo en Hispania, Plinio comenta su extracción mediante el uso de grandes pozos. Un gran número de ellos ha podido ser constatado, aunque la profundidad de los mismos se sitúa en máximos de treinta metros.
Con relación al sistema de laboreo del lapis specularis, se cita la forma de extraerlo por medio del arranque de bloques, en aquellas zonas donde el espejillo se encuentra conjuntamente con la roca encajante, consistente en un yeso compacto microcristalino, y si era posible, posteriormente se cortaba con sierra para manipularlo más cómodamente, no superando la placa extraída nunca los cinco pies de tamaño (como vimos anteriormente cerca del metro y medio).
En cuanto a la naturaleza fósil del espejillo, y a su formación mediante un humor congelado procedente de una exhalación de la tierra que hace que la piedra especular se petrifique, tenemos que decir que semejante teoría sobre la génesis del lapis specularis, proviene de la concepción aristotélica que considera que con la evaporación del agua por efectos del calor se obtiene dos exhalaciones, una húmeda y otra seca que producen respectivamente metales y fósiles. Este punto de vista o similar, fue común durante la Antigüedad en los autores que se interesaron e intentaron dar una explicación a la formación de la Tierra. Sin duda Plinio recogió la tradición de Aristóteles, o de alguno de sus discípulos, como Teofrasto, del que Plinio tomó abundantes notas de su lapidario, para explicar a su vez el origen y la formación del lapis specularis.
N. H. Libro XXXVI-162: «A veces se encuentra piedra especular negra; pero es la blanca la que, a pesar de su conocida blandura, posee la rara cualidad de aguantar fríos y calores extremos sin envejecer, con tal de que se la trate con cuidado, a pesar de que el envejecimiento afecta a muchos tipos de roca. La piedra especular ha encontrado una nueva aplicación al extenderse, a modo de virutas y raeduras, sobre el suelo del Circo Máximo durante la celebración de los juegos circenses, para conseguir una blancura más agradable».
Las dos variedades de espejillo blanca y negra, quizá sean consecuencia de la mayor o menor presencia de impurezas en el interior de sus placas transparentes, de manera que la negra dejaría pasar con menos nitidez la luz y de ahí su denominación. Por otro lado, la durabilidad del espejillo como material de construcción queda patente en ejemplos reales que hoy podemos ver, como el del actual óculo de espejillo que se conserva en la entrada de la Colegiata de Belmonte (Cuenca), y que desde 1640, fecha en que se emplazó, ha venido desempeñando su función sin que el paso del tiempo haya hecho mella en él o alterado su utilidad.
Por último, Plinio facilita  uno de los usos que de la piedra especular se hizo en época romana, consistente en la utilización del espejillo como elemento de decoración y esplendor gracias al brillo que sin duda desprendería al reflejarse el sol en él, y que contribuiría a realzar y embellecer los espectáculos públicos como las populares carreras de caballos de los circos.
N. H. Libro XXXVI-163: «Durante el principado de Nerón se descubrió en Capadocia una piedra dura como el mármol, blanca y traslúcida incluso en las partes donde presentaba unas venas amarillas; por lo cual la llamaron phengites. Con esta piedra construyó Nerón el templo de la Fortuna, llamado "templo de Sejano", que había sido consagrado por el rey Servio y que luego quedó dentro del recinto del palacio dorado de Nerón. Esta es la razón por la que, aun teniendo las puertas cerradas, había durante el día en su interior una claridad como si fuese de día, distinta de la claridad de las piedras especulares, porque en este templo la luz parece estar encerrada, no transmitida desde el exterior. En Arabia escribe Iuba, hay también una piedra que tiene la transparencia del vidrio y que utilizan en lugar de la piedra especular». En esta cita Plinio da referencias de otras piedras traslúcidas de igual uso que las especulares y de las que se sirvieron en época romana, como las de Arabia y Capadocia, estas últimas posiblemente alabastros.
N. H. Libro XXXVI-182: «Una sustancia afín a la cal es el yeso, del que hay muchas clases: puede obtenerse de una piedra por cocción, como sucede en Siria y en Turio; o extraerse del subsuelo, como es el caso de Chipre y de Perrebia; o encontrarse a ras de suelo, como en Tinfea. La piedra que se somete a cocción ha de ser muy similar al alabastro o al mármol. A este fin, en Siria escogen las piedras más duras y las cuecen con excrementos de ganado bovino, para acelerar su combustión. Pero esta demostrado que el yeso de mejor calidad es el fabricado con piedra especular o con cualquier otra piedra que se pueda separar en láminas».
Una distinta aplicación, que no la principal, que vemos del uso del lapis specularis es la  obtención de yeso de fragua. Las explotaciones de lapis specularis se sirvieron de los restos de sus placas y del material desechado, para una producción secundaria que aprovechaba recortes y sobras para conseguir yeso y escayola de la máxima calidad, para usos constructivos y ornamentales.
Otro de los autores, del que no conocemos su procedencia pero si su obra, es Petronio, que escribió El Satiricón en torno al 62 d. C., alude al lapis specularis en su capítulo de la cena de Trimalción de la siguiente forma:
El Satiricón, "la cena de Trimalción", 68-1 [2] : «Después de un breve intervalo, Trimalción mandó servir los postres. Los esclavos retiraron todas las mesas y pusieron otras. Espolvorearon el suelo con serrín coloreado de azafrán y cinabrio, y -cosa nunca vista por mi- con piedra especular en polvo».
No cabe duda que el empleo del lapis especularis junto a serrín teñido de azafrán y bermellón, debe entenderse como la ostentación de "nuevo rico" que es Trimalción que, para impresionar a los invitados de su banquete, hace recoger las sobras de comida del suelo usando materiales suntuosos como el azafrán, el bermellón y el lapis specularis, a fin de obtener una vistosa gama cromática donde el amarillo del azafrán y el rojo del cinabrio, se unan al reflejo brillante que, como en el suelo del Circo Máximo, proporcionaba el lapis specularis. Este dispendio de materiales de lujo, derrochados como aglutinantes para barrer los restos y desperdicios del convite, nos informa del alto valor económico y la consideración que una sustancia como el  lapis specularis podía tener en la época, al asimilarla a productos tan valiosos como el azafrán y el bermellón.
Igualmente, el poeta bilbilitano Marco Valerio Marcial que vivió entre el 41 y el 103 d. C., escribió en uno de sus epigramas una curiosa pero importante aplicación del lapis specularis:
Epigramas, Libro VIII-14. Epigrama "contra un amigo desalmado" : «Para que tus pomares de Cilicia poblados de pálidas flores no teman el invierno y una brisa demasiado fuerte no hiera el tierno bosque, unas vidrieras [de lapis specularis] que se oponen a los notos invernales dejan pasar serenos soles y el día sin sombra».
Las plantas cilicias son de nuevo el azafrán, pero esta vez combinado de forma distinta con el lapis specularis, de manera, que nos encontramos con el uso de invernaderos que utilizan placas de espejillo como acristalamiento para aislar del frío y que permiten por su transparencia el paso de la luz y de los rayos del sol.
El uso del lapis specularis como vidrieras de invernadero tanto para plantas ornamentales como incluso para cultivo, abrió una amplia expectativa de demanda del producto que repercutiría directamente sobre las explotaciones y sobre una utilización en la que no tendría competencia.
Por el gaditano Lucio Junio Moderato Columela, autor en el siglo I de nuestra Era de un tratado sobre agricultura y horticultura conocido como De Re Rustica, sabemos que el emperador Tiberio contaba con invernaderos de lapis specularis en los que crecían las plantas exóticas que Tiberio había recolectado en sus campañas y que igualmente, su despensa estaba provista, incluso en invierno, de productos hortícolas que él mismo cultivaba en invernaderos de lapis specularis que proporcionaban una luz tenue y generaban un clima artificial para las plantas.

Otro autor clásico que en su obra cita al lapis specularis es Juvenal Persio. Conocido por sus mordaces sátiras, Juvenal escribió este párrafo de su libro primero en torno al 110 d. C.:
Sátiras, Libro 1, IV-21 [4] :  «... sería una razón más fuerte si lo enviara a su amiga de alta posición, que se hace pasear en una litera cerrada por anchas piedras translúcidas [en latín de lapis specularis]».
Vemos que en el siglo II d. C., tenemos constancia de la utilización del espejillo como ventana de litera y su aplicación en un uso común de la vida cotidiana como es el del aislante transparente y pieza constructiva de uno de medios de transporte de la época.
Los textos clásicos que hemos visto y comentado, se han seleccionado en función de la información que se desprende de los mismos para clarificar y poder dimensionar adecuadamente el auge y la importancia que tuvieron las explotaciones mineras de lapis specularis de Hispania. En cuanto a su puesta en laboreo, si bien contamos con fuentes literarias que hacen referencia a la explotación, éstas son breves y parciales, por lo que recurriremos a la observación y a la evidencia arqueológica para intentar explicar los aspectos técnicos de la explotación y cómo ésta se llevaba a cabo.
Para terminar, comentaremos una de las citas de Plinio el Viejo, que a modo de resumen de su magna obra de Historia Natural, concluye, en su libro XXXVII de esta forma:N. H. Libro XXXVII - 203: «Tras Italia, si prescindimos de los fabulosos productos de la India, hemos de colocar a Hispania con todas sus regiones bañadas por el mar; pues, aunque tiene zonas secas, no obstante, cuando el suelo es fértil, produce gran cantidad de cereales, aceite, vino, caballos y metales de todo tipo; productos éstos en los que es igualada por la Galia. Sin embargo, Hispania la supera por el esparto extraído de las tierras áridas, así como por la piedra especular, por los pigmentos de lujo, por el ardor en el trabajo, por la actividad de los esclavos, por la resistencia física de sus gentes y por su vehemencia pasional».
Si analizamos el texto, Plinio efectúa un ranking entre los países del mundo conocido, e inmediatamente detrás de Italia, sitúa en riquezas a Hispania. Vemos que nombra la piedra especular (el espejillo), como uno de los recursos principales que había en el Imperio, y que diferencia y singulariza a Hispania frente al orbe conocido. La cita de Plinio no es casual, es el epílogo, o a modo de conclusión de su basta obra, y en ella cita de nuevo al lapis specularis como un material muy valorado, y como producto de una de las más importantes actividades mineras que se desarrollaron en Hispania durante época romana.