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martes, 16 de abril de 2013

--- Kelin


El yacimiento de Los Villares, identificado como la antigua ciudad ibérica de Kelin a partir de los estudios numismáticos, se encuentra en el término municipal de Caudete de las Fuentes (Valencia) y tiene una extensión aproximada de 10 hectáreas. Se sitúa cerca del nacimiento del río Madre, en una loma que se eleva 800 m.s.n.m., destacando sobre el llano circundante. El carácter estratégico de su ubicación viene marcado por su proximidad a dos vías de comunicación que permitían el contacto entre el litoral mediterráneo y la meseta interior, de Este a Oeste, y entre Aragón y la Alta Andalucía, de Norte a Sur.
La población que se instala, a principios del siglo VII  a.C., en el cerro de Los Villares tiene una cultura material característica de un Bronce Final avanzado que recibe de forma casi inmediata productos procedentes de la costa.
Hasta inicios del VI a.C. existe una secuencia ininterrumpida de fases constructivas y remodelaciones de los espacios habitados y de circulación que apenas se intuyeron en las publicaciones anteriores (Mata, 1991, 24; Mata et alii, 1999).
Las viviendas son alargadas, separadas en algunos casos por estrechos pasillos, sin apenas divisiones internas y con un hogar circular, plano o en cubeta. Las paredes son de adobe sobre un zócalo de dos hiladas de piedras pequeñas.

Los olcades de Kelin se cree que eran de etnia o estirpe celta, pero con costumbres íberas ya fueran edetanas o contestanas, es decir, procedían de la cultura de la Tene asentados cerca de la Comunidad Valenciana. Así  vemos que eran fronterizos con la Edetanía o Contestanía. Son más bien lo que llamamos Celtíberos, ya que eran como hemos dicho pertenecían a las antiguas oleadas de pobladores llegados a la península que posteriormente adquirieron la cultura de los íberos.
Alcanzó su máximo esplendor en torno a los siglos IV-III a. C., llegando a convertirse en capital de un amplio territorio ibero que superaba los actuales límites administrativos de la comarca de Requena-Utiel. Como lugar central, Kelin estructuró su territorio mediante una red de asentamientos interdependientes con funciones diversas y complementarias, tanto defensivas como productivas.
El poblado tan sólo conserva posibles tramos de muralla o de muro perimetral en su lado oeste y todavía no ha sido localizada su necrópolis. Por otro lado, tal y como era práctica habitual entre los iberos, se han hallado algunos enterramientos infantiles en el interior de las casas, normalmente bajo pavimentos y/o muros.
Se conoce su existencia desde mitad del siglo XVIII, aunque no fue hasta mediados del siglo XX cuando comenzaron las excavaciones arqueológicas. En él se han realizado, entre 1956 y 2002, 23 campañas centradas en una superficie de unos 1000 m2, en los que se ha podido constatar una dilatada cronología. La loma de Los Villares se ocupa ininterrumpidamente desde inicios de la Edad del Hierro (aproximadamente en el 680 a. C.) hasta época iberorromana (75 a. C.), ofreciendo una horquilla cronológica excepcional en el registro arqueológico valenciano.

Su larga ocupación permite ver la evolución de su estructuración interna y su arquitectura. En los niveles fundacionales del siglo VII a. C. se observa un urbanismo incipiente, con habitaciones rectangulares sin divisiones internas separadas por estrechos pasillos. En el Ibérico Pleno (siglo IV-III a. C.), por contra, el poblado se caracteriza por presentar un urbanismo mucho más complejo, lo que se traduce en calles anchas que permiten el tránsito de carros. Éstas se entrecruzan formando un plano ortogonal con manzanas constituidas por grandes viviendas, de entre 80-100 m2. Su espacio interior aparece dividido en varias estancias, algunas de ellas con una funcionalidad específica. La habitación principal de las viviendas se dedica a múltiples labores (cocina, descanso, etc.), puesto que es donde se encuentra el hogar central, mientras que los departamentos más alejados de las puertas actúan como almacenes y/o despensas. Una de las viviendas ha sido interpretada como la casa de un rico comerciante, ya que cuenta con una bodega donde se han documentado más de 70 ánforas fragmentadas. En toda la casa hay un total de 98 recipientes grandes, entre ánforas y tinajas, lo que permitiría el almacenaje de unos 7.460 litros. Además, también cuenta con un pequeño taller de forja, así como otro tipo de bienes que denotan su elevado estatus (una pulsera de plata, cerámicas de importación, etc.).



El hallazgo, en 1979, de una copa jonia sirvió para identificar y datar el primer lote cerámico indígena del siglo VI; en cambio, el espacio donde se encontraron apenas aportó información al estar muy incompleto. Estos materiales ya se han publicado con anterioridad por lo que no se van a tratar con detalle pero, por su interés, se recogen aquí algunas de las piezas a torno por ser las más significativas del siglo VI: dos tinajas pintadas, una de ellas con hombro carenado como las ánforas, un plato gris y una urna de orejetas también en gris.
Los materiales encontrados son, sobre todo, cerámicos, aunque también hay una varilla de hierro y un fragmento de molino barquiforme.
Kelin acuña moneda propia durante un corto periodo de tiempo entre la segunda mitad del siglo II y comienzos del I a. C. Las monedas, ases y semis, son de bronce y formarían parte de una emisión muy limitada, destinada a usos locales y cotidianos.

 

Asociados a cerámicas del siglo VI, hay dos hogares  formalmente distintos a los datados en el siglo VII que en Los Villares son siempre circulares.
En el siglo V ya han desaparecido las importaciones fenicias y todavía no han llegado masivamente las púnicas y griegas, de ahí alguna de las dificultades existentes para aislar ajuares y niveles de esta  cronología.
 
Las aproximaciones al cómputo demográfico apuntan a que el poblado, durante esta fase, pudo contar con una población de entre 3.800 - 4.000 habitantes. La vida del mismo parece llegar a su fin de forma violenta en torno al 80-75 a. C., tal y como se deduce del estudio de las importaciones y la numismática. Se ha planteado la posibilidad de que Kelin tomara partido en la guerra civil que sufrió la República romana durante esos años.
El material recuperado es, ante todo, cerámica a torno de clase A –oxidante y reductora- y B, junto a un pequeño porcentaje de cerámica a mano; entre las importaciones hay un fragmento de cerámica ática y otro de ánfora fenicia; los objetos de hierro tienen una presencia mayor que en el siglo anterior.
Los asentamientos son de nueva planta y buscan nuevos emplazamientos, más cercanos a las tierras de cultivo.
Excepto dos de ellos, todos se sitúan en elevaciones más o menos destacadas y son de tamaño medio o pequeño
(< 4 ha). El único lugar parangonable a Kelin por tamaño, volumen y calidad de los materiales es Requena, pero dado el estado actual de la información no se puede decir mucho más al respecto. En consecuencia, se puede afirmar con rotundidad que el asentamiento mayor era Los Villares, donde los materiales y construcciones de esta cronología se han localizado en diversos puntos de su superficie (Mata, 1991, cuadro 1 y lám. I; Mata et alii, 2001 a, 83 y b, 319), manteniendo las dudas razonables sobre Requena.
Las ánforas fenicias llegan a casi todos estos lugares, pero en Los Villares, además, se encuentran tinajas, trípodes, barniz rojo, así como algunas imitaciones a mano y a torno; en Requena, hoy por hoy, falta el barniz rojo. Es decir, se aprecia una distribución selectiva de productos desde los centros mayores: Requena es el lugar más próximo a la vía de comunicación desde la costa, por lo que el control de la misma le permite conseguir productos variados; Los Villares es el destino principal de estos productos exóticos; los demás asentamientos, situados al Norte y al Oeste de Los Villares, reciben vino fenicio como forma de mantener fidelidades y asegurar una explotación adecuada de las nuevas tierras.
El gran salto poblacional se produce a lo largo del siglo VI contabilizándose 39 asentamientos de esta cronología.
La mayoría se ubican en el llano o sobre ligeras elevaciones y se configuran como lugares abiertos, con escasa
densidad de material. Esto ha llevado a interpretarlos como hábitats, con poca población, dedicados a actividades agrícolas que, en algún caso, pudieron tener carácter estacional.
Es, en este momento, cuando en Los Villares/ Kelin se producen las primeras transformaciones significativas
en la organización interna del asentamiento, cuando llegan las primeras cerámicas griegas y los objetos de hierro son más numerosos. En cuanto a la agricultura, el registro carpológico muestra una mayor presencia de semillas de vitis, lo que significa que el cultivo de la vid se va consolidando.
No es descabellado pensar que la fundación de nuevos asentamientos se dirigió desde Kelin con el fin de ocupar nuevas tierras para el cultivo, obtener recursos minerales y, con los lugares en alto, poner las primeras bases de control del territorio. Las manifestaciones religiosas de carácter territorial quedan plasmadas en la frecuentación de la cueva del Puntal del Horno Ciego (Martí Bonafé, 1990).
Su destrucción podría ser consecuencia del correctivo que Roma aplicó a aquellas ciudades iberas que apoyaron al bando derrotado, el sertoriano.